lunes, 14 de octubre de 2013

ESTRATEGIAS DE MANIPULACIÓN. 9. REFORZAR EL SENTIMIENTO DE CULPABILIDAD


      Se trata, mediante esta argucia, de esconder la raíz de los problemas sociales,  haciéndole creer al individuo que solamente él es el culpable de su propia desgracia, a causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así el sistema se sacude críticas y sume en el silencio y la inacción a la gente.


Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se minusvalora y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y de eso es de lo que se trata, puesto que sin acción, no hay revolución.  Con la implantación del sentimiento de culpa y el miedo, el sistema dispondrá de dos armas silenciosas muy eficaces para el mantenimiento del status quo. Para satisfacer la necesidad de cambio en los individuos ya tiene dispuestos en el mercado nuevos productos de consumo que harán parecer que todo cambia mientras la esencia permanece prácticamente intacta.

Muchas veces las víctimas de la violencia de género en el ámbito doméstico son incapaces de denunciar los abusos o romper con su situación de opresión precisamente por ese sentimiento de culpa (“algo habré hecho mal”) que desemboca en el conformismo y muchas veces en trágicas consecuencias. El aumento considerable de suicidios, ante la pérdida del trabajo o la pérdida de la vivienda, muestra igualmente en toda su crudeza hasta qué punto el sentimiento de culpa ante la desgracia puede cobrar el más alto precio: la propia vida.

Se trata de desactivar a los individuos, de forma que no se vean tentados a poner en peligro la estabilidad del sistema. Y para eso es fundamental destruir todas las armas de defensa que ha ido logrando, tales como los servicios públicos que garantizan derechos o agrupaciones para defender los derechos laborales. La reciente “contra_reforma laboral” es un claro ejemplo de cómo se intenta dejar solo al individuo frente a la empresa, al margen de toda negociación colectiva.  La reivindicación de fuerza mediante la unión sindical ha sido sustituida por la defensa individual: búscate un abogado o una “baja médica”, evidentemente menos peligrosa para el capital y un arma contra el mismo individuo que tiene que utilizarla y no podrá fácilmente evitar el aumento de sus sentimientos de culpa, cuando no otras represalias en el trabajo (por cierto, contempladas como motivo para el despido en la última contra_reforma laboral antes citada ).


 
Es ya muy corriente oír cómo se culpa con todo descaro y cinismo al parado de su falta de formación; y más aún, la misma vicepresidenta del gobierno, Soraya S Santamaría, ha llegado a acusar de fraude a los parados (exagerando y falseando cifras oficiales) por admitir "trabajos-chapuza" que se pagan en B;  escondiendo que hasta la generación mejor preparada tiene que emigrar a países donde hacen los trabajos que otros no quieren; o que los grandes defraudadores gozan de amnistías fiscales o de plazos judiciales tan amplios que permiten la prescripción de los delitos. O que la falta de trabajo se debe sencillamente a que el capital ha huido a paraísos fiscales o laborales, dado que el sistema le ofrece todo tipo de facilidades para volar de la noche a la mañana. El derecho al trabajo que establece la Constitución ha quedado arruinado desde el momento en que el Estado ha sido vaciado de su participación en la economía productiva, mediante el expolio de empresas públicas con el truco de la privatización. No ha quedado ni Ministerio de Trabajo, ahora reconvertido en Ministerio de Empleo, algo como de andar por casa, más de quita y pon; y más de quita que de pon. Pronto pasará, si no lo remediamos, a llamarse Ministerio de Emprendimiento, palabra nada inocente, ya que carga la responsabilidad sobre el trabajador y el sistema se desentiende totalmente del asunto: o sabes emprender o eres una puta mierda, allá tú. Ése es el programa del cambio, la estafa que vamos descubriendo demasiado tarde.

Gran parte de la propaganda conservadora contra los avances sociales propuestos por personas progresistas consistirá en la promoción en la ciudadanía de los sentimientos de culpa, acusándolos de destruir los valores de siempre, la familia, la vida… de “abrazarse a la cultura de la muerte” (Mayor Oreja); un arma de destrucción masiva espiritual que ha sido muy estimada y utilizada por las religiones y en particular por la católica.
En una sociedad despiadadamente competitiva, en la que se carga sobre el individuo la suerte o la desgracia, como si las circunstancias y condicionantes de clase y lugar de nacimiento no existieran, tenemos campo abonado para culpabilizar a la víctima del fracaso escolar por su vagancia sin que se ponga en cuestión la incompetencia del sistema educativo, a la víctima del paro por su incompetencia y falta de preparación sin poner en cuestión el sistema económico regido por la avaricia; a la víctima de la enfermedad por no cuidar su salud, sin poner en cuestión la deficiencia de servicios de educación para la salud, preventivos o la calidad del servicio de asistencia sanitaria… y así podríamos continuar hasta la vergüenza de cargar contra quienes viven “demasiados años”, queriéndoles culpabilizar de poner en peligro el sistema público de pensiones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario