viernes, 27 de septiembre de 2013

ESTRATEGIAS DE MANIPULACIÓN.3. LA GRADUALIDAD


   Olivier Clerc explica este fenómeno de la gradualidad en su libro “La rana que no sabía que estaba hervida… y otras lecciones de vida”  (2005) con la siguiente parábola:

         Imaginemos una cazuela llena de agua, en cuyo interior nada tranquilamente una rana. Se está calentando la cazuela a fuego lento. Al cabo de un rato el agua está tibia. A la rana esto le parece agradable, y sigue nadando. La temperatura empieza a subir. Ahora el agua está caliente. Un poco más de lo que suele gustarle a la rana. Pero ella no se inquieta y además el calor  le produce algo de fatiga y somnolencia.

          Ahora el agua está caliente de verdad. A la rana empieza a parecerle desagradable. Lo malo es que se encuentra sin fuerzas, así que se limita a aguantar y no hace nada más. Así, la temperatura del agua sigue subiendo poco a poco, nunca de una manera acelerada, hasta el momento en que la rana acaba hervida y muere sin haber realizado el menor esfuerzo para salir de la cazuela.

           Si la hubiéramos sumergido de golpe en un recipiente con el agua a cincuenta grados, ella se habría puesto a salvo de un enérgico salto.

           Para lograr que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, con cuentagotas, por años consecutivos. Fue de esta manera gradual y sistemática como se fueron imponiendo condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo o liberalismo neocón) durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, individualismo frente a solidaridad, ataque a organizaciones sindicales, deslocalización, desregulación, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

            La estrategia de la gradualidad está siendo aplicada constantemente, afectando tanto a las grandes decisiones que hipotecan nuestro futuro como a las decisiones domésticas; tanto a sucesivas subidas de impuestos como al  aumento gradual del recibo de la luz aplicando 4 subidas en un año.

        Echando la mirada hacia atrás, puede parecernos mentira cómo se ha podido ceder tanto; cómo del derecho al trabajo se pasa al trabajo-basura como si nada, la arbitrariedad se llama ahora flexibilidad, el patrimonio público ha ido cayendo en manos privadas de los pudientes, los sindicatos han quedado desprestigiados y allá se las componga cada cual con su jefe, los puestos de trabajo aparecen y desaparecen en función de la ganancia para el capital, el Estado minimizado es incapaz de controlar la economía que se rige por la ley del egoísmo más despiadado; al calor del consumismo, poco a poco, el nuevo orden mundial ha venido y nadie sabe cómo ha sido. Libertad y felicidad a base de consumismo ilimitado, la rueda que describe el círculo vicioso de una economía absurda e insostenible: producir para consumir – consumir para producir. La publicidad, la caducidad programada de los productos (ver el reportajeObsolescencia programada”) y la facilidad de obtener créditos para adquirir lo innecesario han sido el caldo de cultivo.

          Tras los experimentos puntuales aquí y allá (y de ello da algunos ejemplos el reportaje “La doctrina del shock”) era el momento de desarrollar a nivel mundial todo el entramado de normas, leyes, organismos y propagación de ideología que propiciarán la pérdida de autonomía personal y hasta de los que aún se siguen creyendo estados o pueblos soberanos. En ésas estamos. Y la rana no sabe que está hervida.

          La solución que propone Olivier Clerc es estar siempre en situación de alerta: “Lo que nos enseña la alegoría de la rana es que siempre que existe un deterioro lento, tenue, casi imperceptible, tan solo una conciencia muy aguda o una memoria excelente permiten darse cuenta de ello, o bien un patrón de referencia que haga posible valorar el estado de la situación”. Pero no hay que olvidar que los técnicos de la manipulación, no lo dudéis,  siguen cobrando por su incesante tarea de destruir conciencia, memoria y patrones de referencia.

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