Un elemento primordial para el control social es la estrategia de la distracción que
consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de
los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la
técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones
insignificantes. Son las frecuentes “cortinas de humo”, intencionadamente
difundidas para desviar la atención hacia lo irrelevante. No hace falta ser muy
avispado para darse cuenta de cómo desde el poder se agitan y sobredimensionan
conflictos como Gibraltar o el independentismo catalán con la intención de
desviar la atención de la gente u ocultar la propia incapacidad para gestionar
la política o la economía, cuando no episodios de corrupción más que presunta.
Al diseñar la estrategia de manipulación, ya se cuenta con la pasividad, con la
falta de reacción de masas silenciosas, a las que a la vez se suele alagar sin
disimulo. Pero hay que poner atención, pues precisamente quienes tenemos más costumbre de
reaccionar y movernos seremos el objetivo primordial de esta estrategia: con
esta maniobra de la distracción, se trata de dispersarnos, de lanzar señuelos en infinidad de direcciones para
desconcertarnos, no sabiendo al final hacia dónde acudir,
ante tal infinidad de puntos de destino lanzados a nuestra atención e interés;
lográndose así el objetivo primordial: dinamitar
cualquier intento de proyecto colectivo, haciendo que éste
sucumba en aras de las individualidades, la dispersión de intereses, las
casuísticas variopintas, experimentos creativos, personalismos o egos…El "divide y vencerás" llevado a cabo por el neoliberalismo con las más avanzadas técnicas.
Es por tanto preciso preciso, frente a la
frecuente invitación a andarse por las ramas, reaccionar pegándote bien al
tronco. Y no ser víctima de la estrategia del engaño, que trata
de “llevarte al huerto”,
a “coger el rábano por las hojas”
o que “los árboles te impidan ver el
bosque”… Frases antiguas que delatan que el recurso no es nuevo,
aunque debido a grandísimos avances en las nuevas tecnologías de conocimiento y
manipulación de masas, sí presenta unas características nuevas y mucho más
virulentas.
El resultado del bombardeo propagandístico del sistema es la realidad de un mundo atomizado, dividido, hecho
trizas, un mundo globalizado y a la vez más roto, dividido y enfrentado que
nunca por el virus del individualismo;
una realidad de “arenas movedizas”,
difícil de comprender, desregulado y disperso. Un barco que hace aguas por
tantos agujeros que no sabemos a cuál acudir, desconcertad@s. De ahí la llamada
del filóosofo F. Ingrassia a “pensar
en la dispersión”.
En una avalancha de estímulos propagandísticos, eslóganes, frases, consignas,
artículos, portadas de prensa, titulares, reportajes… es preciso encontrar un
asidero personal para no verse arrasado por “el
río que nos lleva”. Y a modo de gimnasia de “defensa personal” quizás no esté de más hacerse por costumbre preguntas
como ¿esto de dónde viene? ¿qué pretende? ¿a quiénes aprovecha o beneficia?
Sobre todo ante mensajes que nos llegan de forma anónima, muy frecuentemente dirigidos al público más joven vía internet. Porque desde luego lo que hay que descartar es la ingenuidad, inocencia o
inocuidad de los medios de masas.
La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al
público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia,
la economía, la psicología, la neurobiología o la cibernética. “Mantener la atención del público distraída, lejos
de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real.
Mantener al público ocupado, ocupado,
ocupado, sin ningún tiempo para pensar de vuelta a la granja, como los otros
animales (cita del texto ‘Armas
silenciosas para guerras tranquilas)”.
Por supuesto, esto supone una previa
política de acaparamiento y control de medios de comunicación,
en forma de grandes grupos mediáticos que incluyan prensa, radio y televisión,
sin descuidar la invasión de la red con el bombardeo de páginas web. Murdoch, Berlusconi o los intentos de
controlar la red con la Ley SOPA son buenos ejemplos de esto.
En España no hace falta remitirse a los tiempos de la dictadura franquista y su
“prensa del movimiento”. Más
recientemente tuvimos, en tiempos del gobierno
de Aznar, un impresionante intento de cerrar el círculo del
dominio absoluto de los medios, una
de sus líneas políticas prioritarias; no contentos con la toma de los medios
públicos, ensancharon el ámbito de los medios privados afines (Antena3, El
Mundo, La Razón) y trataron de eliminar
al único grupo de medios que se le resistía, el de Polanco. Tal
fue el empeño por hundirlo (con aquella excusa del “interés general”) que
llegaron a hacer prevaricar al juez Gómez de Liaño (al que pronto indultarían)
en aquel capítulo de ataque a lo
diferente que no debería borrarse de nuestra memoria. No
olvidar porque el pueblo que ignora su historia está condenado a repetirla. Y
ahí tenemos la vuelta a la gubernamentalización de RTVE con la vuelta del PP al poder, algo
que pensábamos que había pasado a la historia.
Las “maniobras de distracción” no sólo consisten en bombardear con todo tipo de
“noticias” insustanciales para ocultar las decisiones importantes o hechos
decisivos que el pueblo no debe conocer. La proliferación de series televisivas que “enganchan” y los reality
shows cumplen perfectamente con el objetivo de tener al pueblo
“ocupado, ocupado, ocupado”, no sea que le entre lo que aquel monarca español,
cuyo nombre no quiero ni recordar, llamaba “la funesta manía de pensar”. O
Saber.
La sustitución
no hace mucho de CNN+ por 24 h de Gran Hermano representa algo
más que la pérdida de un canal de noticias. Por si fuera poco tratar como
“información” por ejemplo las idas y venidas de famosos y vividores,
también se “informa” de todos los “dimes y diretes” de cualquier personajillo
de medio pelo político o social, y no digamos la cuota de pantalla que llenan
los gritones, opinadores y creadores de opinión; de forma que llegamos a un
estado en el que la información sobre los “dichos” supera con creces a la
información sobre los hechos.
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