jueves, 26 de septiembre de 2013

ESTRATEGIAS DE MANIPULACIÓN.2. CREAR PROBLEMAS PARA DESPUÉS OFRECER SOLUCIONES

         Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el demandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo:

-Dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, con el fin de que la ciudadanía demande “mano dura”.

-U organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad.

-O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.
         Ni éste ni ninguno de los demás métodos de manipulación son nuevos; quizás lo nuevo consista en:

-el uso sistemático del conjunto de los mismos a la vez,

-la sensible mejora de las técnicas para lograr objetivos

-y su aplicación con un desparpajo y falta de escrúpulos asombroso.

            Lo que tiene de particular este método en concreto con respecto a otros métodos es que pone los pelos de punta nada más pensar que problemas de importante gravedad han sido provocados por este tipo de “salvadores” o “bomberos-pirómanos” para conseguir sus fines. Parece increíble. Y sin embargo, podemos cosechar en la historia y en las hemerotecas ejemplos a montón al respecto.

         En general, los individuos llevamos mal que los poderes restrinjan nuestras libertades. Pero estos poderes han encontrado la fórmula perfecta para llevarnos al huerto, cambiándonos libertad por seguridad. Pero hay que crear la demanda para presentar a continuación la oferta, ley del mercado pura y dura. Pues  nadie compraría seguridad sin verse amenazado; así que es precisa la “ocurrencia” de crear el clima de inseguridad o hasta de pánico necesario para que la ciudadanía implore seguridad al precio de lo que sea. Y ya sabemos qué es “lo que sea”. Para la comprensión de todo esto es básica la difusión de documentales como “La doctrina del SHOCK” de Naomi Klein (ver aquí un resumen subtitulado en español y ver aquí el documental completo).

         Y aquí entra en acción el recurso a los “mitos”, creencias que aún sin fundamento alguno han sido sembradas entre la ciudadanía hasta haber arraigado. Resulta curiosa la fama atribuida tradicionalmente a la derecha para la gestión de ciertos asuntos públicos: la economía, el terrorismo, el orden público. En España, estos mitos benefician claramente al Partido Popular, que algo habrá tenido que ver en la creación de los mismos con sus “medios”.

          Así, la derecha siempre gozó de buena fama entre la ciudadanía respecto al tema del “orden público”. Sin embargo, los hechos no se corresponderían con lo que encuestas de opinión revelan. Es sabido que, siendo ministro Mayor Oreja, los niveles de delincuencia subieron… casualmente; y sin embargo siguió siendo uno de los ministros de Aznar mejor valorados. Su “programa estrella” consistió en la desaparición de varios miles de efectivos policiales; la reacción apetecida se produjo, por supuesto, en la demanda de más mano dura frente a la delincuencia; y la solución también estaba prevista: la promoción de los sistemas privados de seguridad (empresas en las que la familia Mayor-Oreja tiene amplia participación). Eso, por no referirnos a otro tema de seguridad, la seguridad vial, las muertes en carretera: a pesar de la propaganda que el PP gasta en el tema de la “defensa de la vida”, tuvo que venir el malvado Rubalcaba para ir bajando año tras año el número de muertes por accidente en carretera; algo que el envidioso Aznar no pudo soportar e hizo aquellas ridículas declaraciones sobre las copas antes de ponerse al volante. Actitud que se repite con respecto a los logros de Interior en la lucha antiterrorista: no sólo se minimizan mediáticamente (ya no es tema de preocupación y así se despacha todo mérito); además, nunca faltan voces atribuyendo éxitos policiales a “cortinas de humo”, a “pacto con los terroristas y su entorno” o se buscan recovecos para sembrar duda en la limpieza del trabajo llevado a cabo.

         Mientras la derecha hace campañas que a veces poco disimulan una cierta xenofobia, lo cierto es que con Acebes como ministro de Interior de Aznar España fue un coladero para “sin papeles”, la inmigración ilegal; cuando arreciaban las críticas, el mismo Aznar salió al paso con aquel célebre “había un problema y lo hemos solucionado”. Falso, como tantas veces. El problema estaba creado, con cerca de dos millones de “sin papeles” haciendo las delicias de quien sólo ve en el ser humano carne de cañón y mano de obra barata; pero luego a quien se señala como culpable es al siguiente Gobierno, a quien tiene que enfrentarse al problema e intentar solucionarlo; la reacción buscada ya se ha venido produciendo en brotes de xenofobia aquí y allá, no faltando nunca autores intelectuales que avivan el fuego ni voces para acusar a otros del “efecto llamada”  (por cierto, el “efecto llamada” se habría producido en todo caso por aquella pomposa proclamación de Aznar “¡España va bien!”). La solución prevista por la derecha que siempre quiere volver nunca llegamos a saberla, como no sabemos la solución prevista a la crisis económica, a las demandas autonómicas y no digamos ya al problema de la corrupción. Pero lo que sí está siempre presente es la exigencia de que se vaya el Gobierno “de los otros” porque ellos son los únicos capaces de dar soluciones a cualquier cosa. Así pudo dogmatizar Montoro:dejad que España se hunda, que ya la levantaremos nosotros.

          La organización de atentados sangrientos para conseguir una determinada reacción en la población también cuenta con sus episodios en la historia de nuestro peculiar “género humano”. Desde el incendio de Roma que sirvió de excusa a Nerón para iniciar la persecución de los cristianos, al incendio del Reichstag con el que los nazis empezaron a justificar sus atropellos o las Torres Gemelas que dieron alas a Bush para sus planes belicistas, viendo aprobado inmediatamente lo que el día anterior se le había negado en el Congreso. También fue casualidad que Rumsfeld hablara, poco antes del horrible suceso, de la importancia de “algún hecho externo” que viniera a “torcer el brazo” de los demócratas reticentes. Lo cierto es que las alertas no funcionaron. Por supuesto, siempre quedan más sombras que luces alrededor de este tipo de acontecimientos macabros, a pesar del frecuente recurso a las llamaradas. 

         Tampoco hace falta extenderse mucho en explicar cómo quienes han creado primero la crisis económica y financiera son los mismos que, ante la demanda de soluciones urgentes, se proponen no ya como consejeros de “lo que hay que hacer”, sino auténticos jueces y parte interesada, obligando a que se tomen las medidas que su sistema necesita para seguir machacándonos con sus especulaciones (ver “Miedocracia. Funcionamiento especulativo de los mercados”, del programa “Salvados”).

      Y la misma cuestión con los creadores de la monumental burbuja inmobiliaria, puesta primero como ejemplo de desenvolvimiento económico y posteriormente, punta de lanza para el acoso y derribo del gobierno que heredó el problema en su versión del necesario parón y del paro consiguiente. Quienes primero se ufanaron de que en los años de bonanza de cada 10 puestos de trabajo europeos 8 eran en España, posteriormente, con la crisis, de cada 10 parad@s europeos 8 correspondían a España. Y si algo queda claro en esas cuentas es que “de aquellos polvos, estos lodos”; pero eso ya no cuenta: de nada sirve el análisis frente a la brutalidad de los hechos y la “doctrina del shock” funcionará para nuestra desgracia.

          En ambos casos, los padres de la criatura se autoproponen como “la solución” al problema que dejaron preparado. El caso es barrer para dentro a sabiendas de que el pueblo “cornudo y apaleado” difícilmente va a poder oponer resistencia a las medidas que se le propongan (o mejor, impongan) bajo el estado de shock; esa potente arma silenciosa capaz de doblegar gobiernos a su antojo, como pudimos ver en el repentino cambio de rumbo en la política del gobierno de Zapatero en mayo del 2010, cambio claramente impuesto  bajo los efectos del estado de shock. Pero afortunadamente siempre quedará en la ciudadanía algún resquicio de lucidez dispuesto a crecer y extenderse, invitando al despertar de la razón. Pues, como escribió nuestro genial Goya al pie de uno de sus Caprichos, “el sueño de la razón produce monstruos“.

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