La estafa de la crisis no sólo se ha llevado dinero a
espuertas a paraísos fiscales y/o laborales, puestos de trabajo al país de
nunca jamás y derechos sociales al nivel de la edad media.
El neocapitalismo global, con sus organismos sirvientes y un
sistema financiero dispuesto a dominar al mundo con la DEUDOCRACIA, no sólo
está obteniendo el pretendido enriquecimiento de unos pocos a costa de la ruina
de mayorías; personas y países han perdido derechos, bienes y autonomía como
consecuencia del proceso de endeudamiento masivo previo e inducido por el propio sistema financiero. No es un fenómeno
nuevo: ya en el siglo XIX avisó John Adams: “hay dos formas de conquistar y
esclavizar a una nación: una es a través de la espada y otra es a través de la
deuda”.
También el neocapitalismo global, sin límites en su avaricia
y en el ejercicio del cinismo, ha logrado o está a punto de lograr el
desprestigio de instituciones democráticas básicas como los partidos y los
sindicatos de trabajadores, con la siembra de una propaganda apabullante para
hacerle a la gente creer y sentir que todos los males que le sobrevienen no son
fruto del capitalismo sino del sistema político que los mismos ciudadanos eligen;
que es como conseguir que el individuo se culpe a sí mismo de los males que le
acontecen o le infringen otros.
La siembra de antipolítica es la antesala a conseguir que la
gente acepte con naturalidad ser gobernada por los mercados y no por políticos
que, según reza su propaganda apoyada en casos desgraciadamente abundantes,
solo se dedican a robar.
Son sintomáticas frases que, bajo la apariencia de una
aspiración a la limpieza y regeneración políticas, esconden este otro sentido
de culpabilizar al votante, al que se le presenta como cómplice, por votar a
partidos de “la casta”, todos ellos ladrones pues el neoliberalismo ha
establecido para los políticos ese concepto de “elites extractivas” de
beneficios que en lugar de ir al capital (que es adonde por derecho no sé si
natural o divino les correspondería ir), se quedan en esos circuitos que de
forma generalizada llaman CORRUPCIÓN política.
Y ahí no se hacen distinciones entre dedicar los fondos
públicos a construir estado de bienestar, servicios públicos o derivarlos a los
propios bolsillos para el enriquecimiento personal: “la misma mierda es”… para
el capitalismo, claro.
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