El término actualmente más
utilizado para descalificar a los políticos es quizás la palabra “casta”. Pero ¿de qué
casta hablan? Nada que ver con el término tradicionalmente conocido, nada que ver con el sistema de castas de la India, ni mucho menos; es un concepto nuevo en un apalabra vieja, algo
muy del siglo XXI, muy de la ideología del neocapitalismo para atacar a los
políticos de forma generalizada.
El viejo concepto ha sido reelaborado
con una intención muy concreta, a base de reunir casos de corrupción
política, para descalificar a los
políticos en general, englobándolos en una supuesta “clase política” a la que se acusa de haberse elevado a sí misma a
la categoría de casta de intocables o élite extractiva.
En mayo de 2007 aparece en Italia
el libro “La casta. Cosi i politici italiani sono diventati intoccabili”,
de Gian Antonio Stella y Sergio Rizzo, dos periodistas del Corriere della Sera.
Poco tiempo después pudimos contemplar como si nada cómo “los mercados” intervenían en
la política italiana retirando al nefasto Berlusconi de la política y
colocando en su lugar al tecnócrata Monti, sin urnas de por medio. Los mercados
le dan una patada a las urnas.
Con asombrosa naturalidad se le
estaba enviando a la ciudadanía, aprovechando el caso de un político singular
por su desvergüenza y corrupción, el mensaje
de que el sistema representativo de
elección no sirve para nada. Y para acabar de arreglar el tema de las
urnas, en las elecciones siguientes salta a la palestra el cómico oportunista Beppe Grillo con su “Movimiento
5 estrellas”. Fue el “momento
Italia”, como hubo otro “momento “Finlandia” y “momentos Grecia” ya pierdo la cuenta de los que llevamos…Por
más que España no sea Italia, ni Finlandia ni Grecia. Tampoco tiene que ver
nada con Alemania (y esto ya va por los augures y correveidiles del “gran
pacto”).
Tras la aparición con gran éxito en Italia del libro sobre “La
casta”, el periodista Daniel Montero, colaborador de El Mundo, publica aquí “La
casta. El increíble chollo de ser político en España” (octubre de 2009,
La Esfera de los Libros). Otro éxito editorial, del brazo del oportunismo, en
plena crisis, y muy “libro de cabecera” entre la gente del movimiento que se
estaba fraguando, el “Movimiento” del 15M.
Son dos ejemplos de cómo se ha
derivado la crisis que arrastramos al sistema político, dejando al margen la
estafa del sistema financiero del sistema capitalista que la provoca. No
son los únicos ni mucho menos: los think tanks del neocapitalismo trabajan a
destajo en esa labor de propaganda que consiste en considerar a los políticos
como la causa de todos nuestros males, ya que, según las diversas corrientes
descalificatorias, o son todos unos corruptos o son sencillamente “élites
extractivas” (César Molinas) que están ahí sólo para enriquecerse. En
cualquier caso, un estorbo. Recuerdo a la vez la cantidad de correos, escritos y mensajes de procedencia
“anónima” que invadían por entonces las redes en forma viral, desprestigiando
al “diputado”.
Quienes descalifican a los políticos
de forma generalizada, sin más, como “casta” no sólo vienen a hacer el juego a
los ideólogos del neoliberalismo antipolítico; el colmo del cinismo y la contradicción es que quienes más emplean este término descalificativo de “casta” andan
buscando a su vez puestos y cargos políticos y se presentan ante el
electorado en un sistema representativo
del que reniegan (no en vano tienen en García Trevijano un importante
referente); es decir, están llamando a la puerta para que se les diga ¡bienvenidos
a la casta!
Sí; una contradicción, pero ya sabemos que es en ese terreno de la
contradicción, del oxímoron, en el que les gusta jugar. Y lo malo no es que
jueguen a “las cosas del poder”, sino que lo hagan poniendo en juego la
desgracia, la ilusión y el futuro de la gente.
Digo que andan buscando puestos y
cargos políticos, sillones en la administración, pero no unos cargos de
cualquier clase, no; nada de concejales o alcaldes de pueblos donde ni se sale
en la televisión y hasta lo mismo ni se cobra...No, no... Los señoritos de
ciudad quieren “preservar la marca” para
“lo importante”: se pone la vista sólo en grandes capitales, cámaras
autonómicas, Congreso y Presidencias... no les vale cualquier cosa; son el
pueblo, según ellos; pero del pueblo cuanto más lejos mejor: de la tribuna al plató y de ahí
al sillón. ¡Eso es asalto y lo demás son cuentos para entretener a
asamblearios.