Hoy Pedro está en Sevilla, arropado por lo más fiel: la militancia. No por nada. Pedro Sánchez fue fiel a los acuerdos del partido, fiel a la palabra dada en campaña electoral...y ese es el mejor aval para ser el mejor candidato. No le den más vueltas.
Mal deben ver el tema los poderes fácticos cuando tienen que
volver a sacar el invento de un supuesto “pacto secreto” de Pedro Sánchez con
independentistas y tal. Ya se desmintió en su día, primeros de octubre, y se
desmiente ahora; pero cuantas veces haga falta volverán las oscuras golondrinas…y
volverá la burra al trigo
Pues miren: si tan grave consideran pactar con
independentistas, el hecho cierto es que quien únicamente pactó con
independentistas aquí fue el PP: de ahí que tengan en la Presidencia del
Parlamento a su Ana Pastor. Sean consecuentes.
El asunto viene por lo del golpe. Lógicamente, un golpe no se da diciendo: que somos unos
golpistas y venimos a cargarnos al Secretario General que elegimos en primarias
porque queremos mandar nosotros; claro, eso es así como sucede, pero no como se
relata. Antes de dar el golpe hay que preparar el relato, el
argumentario (conjunto de “razones convenientes” y mentiras o “argumientos”
pues las excusas en nada tienen por qué parecerse a la verdad, menos aún en la “era
de la postverdad”).
- el peor resultado en intención de voto lo tuvo el PSOE
con Rubalcaba, no con Pedro Sánchez.
- en las municipales, el PSOE duplicó las alcaldías de capitales de provincia con Pedro Sánchez, pasando de 9 a 18
- en gobiernos autonómicos, el PSOE con Pedro Sánchez
logra gobernar en Castilla La Mancha, País Valenciano, Aragón, Extremadura,
Baleares…
- la bajada en escaños en el Parlamento se explica también
por la irrupción en la política nacional de 2 partidos nuevos: Cuidadanos y
Unidos Podemos
Y ahí se quedan: nada mejor que el terreno del secretismo
para, cuando venga bien, acudir al cuarto oscuro de la mierda y enchufar el
ventilador. Lo cual no demuestra nada más que una cosa: la falta de escrúpulos,
la zafiedad y el grado de podredumbre en el que se desenvuelven ciertos
elementos que pululan por los puestos de poder político y mediático que les
pagamos para que vivan a tutiplén.